La Commune (Paris, 1871)
La singular obra del director británico Peter Watkins (nacido en 1935) es una lucha constante por ofrecer películas que vayan a contracorriente de las numerosas falsedades vomitadas por los medios de comunicación. Sus películas tratan, también, ser una puerta abierta que permita la reflexión del espectador primero dentro del espacio cinematográfico y, más tarde, como ciudadanos en su cotidianidad.
La commune (Paris, 1871) representa, si se permite el uso de dicho verbo, los acontecimientos que se produjeron en París entre el 18 de marzo de 1871 ?cuando comenzó a organizarse el proletariado en una Comuna, tras una insurrección popular que obligó al poder burgués a huir a Versalles? y el 29 de mayo, cuando el ejército francés derroca a los comuneros, dejando más de 30.000 muertos y 50.000 encarcelados. En esos setenta y un días la «Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo».
Pero Peter Watkins no se dedica sólo a relatar un acontecimiento histórico. Lo deja claro desde el principio, mediante un anacronismo, la aparición de dos cadenas de televisión rivales ?la revolucionaria de la Comuna y la burguesa de Versalles? que le permite confrontar dos ideologías e ir un paso más allá, al incitar a través de los actores, la «participación directa, seria y profunda del público en el uso expresivo de los medios de comunicación para analizar la historia, pasada, presente y futura», para buscar que su película sea un análisis de muchos de los aspectos sociales de la sociedad del año 2000. Como vemos, esta película de 345 minutos acabó siendo un work in progress, tal como se afirma en el rótulo inicial: ?Esta película ha sido realizada gracias a la participación de más de 200 ciudadanos de París y de sus suburbios, de Picardie, Nord Pas de Calais, Limousin, Burgogne, sin olvidar el grupo de sin-papeles de Argelia, Marruecos y Túnez. Esta película es el fruto de un trabajo preparatorio en grupo donde los participantes han podido elaborar sus personajes en función de sus propias búsquedas y motivaciones. Las declaraciones expresadas están ampliamente fundadas en sus propias convicciones y sentimientos personales.? Si la Historia ha de reflejar el presente, La commune (Paris, 1871) es una preciosa invitación para (re)pensar la Historia, para discutirla, para aprender de ella. Sus magnos resultados debieron de asustar a los propios productores, y así se señala en un rótulo inserto en la película: ?La participación activa de loa actores en esta película es lo que más temen los medios de comunicación. Y quizá uno de los motivos por los que las cadenas de Televisión consultadas se negaron a financiar la película. Lo que más temen los medios de comunicaciones ver al hombrecito en la pequeña pantalla sustituido por una multitud, por el público??. Y fruto de ese miedo fue el hecho de que fuera proyectada en ARTE en un lamentable horario y en un único pase, desde la 10 de la noche del 26 de mayo de 2000 hasta pasadas las 4 de la madrugada, una forma de evitar que una película se vea, una forma discreta pero potente de censura.
Pocos directores son capaces de hacer una Historia reflexiva en el cine. El engranaje de planos secuencia como instrumento formal permite que tenga lugar el proceso, pero sin el proceso la forma carecería de sentido. Actores comprometidos, actores aprendiendo, actores reflexionando sobre sus identidades, una película que cambia su forma de ver sus vidas, esperando que los espectadores se aventuren a opinar, discutir, confrontarse con los demás. Cine guerrillero, cine hecho por y para las barricadas.
Critica sacada de:
La commune nos sumerge en la lucha de la comuna de París encasillada en un barrio proletariado llamado Distrito XI que combate directamente contra la Guardia Nacional, por la defensa de sus derechos, la libertad, igualdad y fraternidad.
Es cómo un pueblo se subleva ante la inmoralidad de un sistema corrupto que planea acribillar a sus propia gente.
Ante la constante falsedad de los medios burgueses de información, los integrantes del barrio crean la TV Comunal, en donde se defiende la soberanía de la Comuna y su ideología mostrando directamente el otro lado de la insurrección. Los encargados de llevarla acabo son dos habitantes del barrio proletariado llamados Gérard Bourlet y Blanche Capellier que ya en su presentación desmienten ser periodistas para pasar a llamarse "Ciudadano".
La película está documentada excelentemente con datos históricos precisos y válidos, muchas veces se torna un poco vueltera debido a sus casi 6 horas de duración (recomendación verla de a poco, de a una hora como si fuera una serie) pero sin embargo mantiene ese toque que sólo Peter Watkins sabe darle a los "Falsos documentales".
Ante la pregunta estratégica planteada por el autor a través de sus personajes a un soldado de la Guardia Nacional que se ha rebelado ante su autoridad para servir a la Comuna de qué necesitan para triunfar o para seguir con la revolución éste responde textualmente:
"No pediremos nada a los ricos. Tenemos armas, y nadie va a quitárnoslas. Somos el pueblo en armas. Vamos a tomar, vamos a ocupar. No vamos a suplicar reformas, ni a Thiers ni a nadie. Lo de hoy es una revolución. Hace mucho que esperábamos: Pero hoy tenemos las armas para coger lo que es nuestro". Ante la misma respuesta una mujer, algo tímida que se escondía tras un grupo de mujeres gritando como demonios responde: "El fin de la esclavitud y de la explotación. ¡Ya basta! Nos tratan peor que a bestias, esto se tiene que acabar. Dignidad para hombres y mujeres. Las mujeres no contamos, necesitamos dignidad."
El contraste entre el proletariado y la burguesía está impregnado en toda la película, mostrando los valores de unos y otros, aunque acarreando la simpatía hacía el explotado insurrecto creando cierto asco en el espectador ante la burguesía conservadora.
En definitiva, una película para ver, filmada en nada más que 13 días en una fábrica abandonada en las afueras de París, una verdadera obra de arte.
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